De la época.1983. Ruiz-Mateos acusa a Luis Valls Taberner, presidente del Banco Popular, de estar detrás del expolio de Rumasa.
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Ignacio Fernández Candela: “Ruiz Mateos ha culminado su justicia con el Banco Popular”
Enrique de Diego
Todo lo que viene a continuación es inédito, revelaciones del más alto nivel realizadas por Ignacio Fernández Candela, portavoz de José María Ruiz Mateos en su última etapa, confidente y amigo. Dos luchadores unidos frente a las tribulaciones y los imponderables. Es sabido que José María Ruiz Mateos culpaba a Luis Valls Taberner de su desgracia, de la expropiación de Rumasa, de haber participado en la conspiración. El Banco Popular, que entonces figuraba como el mejor gestionado, hoy ha pasado a ser el despojo entregado al Banco Santander por un euro (y 7.000 millones de deuda). El relato que surge de la entrevista es apasionante:
– La venta del Banco Popular por un euro al Santander, ¿podría interpretarse como una venganza póstuma de D. José María Ruiz Mateos?
Seguro que sorprenderá esta pregunta que formula usted, D. Enrique. ¿Qué tiene que ver el fallecido en el 2015 D. José María Ruiz-Mateos con la quiebra del Banco Popular ahora? Yo respondo como testigo y, si me permite la expresión, precursor
de su justicia… que todo. Y paso a explicar aquellos años últimos de su
vida, cuando cada día era una batalla de alto nivel por pagar a los
inversores a espaldas del mundo que le daba por terminado.
Un
día le pregunté por qué salió a atender a la Prensa sin tomar su
medicación, cuando públicamente ofreció una imagen extrema de su
enfermedad de Parkinson que era radicalmente menos
visible con el tratamiento periódico y en la relación cotidiana que
manteníamos trabajando por las soluciones con un lobby patrimonial
extranjero. Me respondió: “que se lo crean, Nacho”. Y tras esa cortina
de la dolencia observaba el verdadero Ruiz-Mateos que fingía, hasta
delante de la familia, cuando creían que su declive era inminente. El
Parkinson entonces se manifestaba como el Guadiana: unas veces visible y
otras no; pero para constatarlo había que permanecer a su lado. No fue así unos años después, al ser ya el proceso irreversible.
Antes
todavía estaba en pie aun luchando él y yo en las trincheras de lo
público y privado. En la agenda tuvimos varias reuniones secretas que facilité
con presidencias de bancos. Ni sus hijos se enteraron. Una de ellas fue
con la entidad dirigida entonces por Ángel Ron; en esta ocasión nos
acompañó su hija Begoña, no así
en las sucesivas.
Nunca
fue una persona vengativa pero sí poseía un sentido rígido, disciplinar
y determinante de la Justicia que a él se le había negado toda la vida.
En ese sentido sí es responsable de actuar en el momento preciso contra
el Banco Popular cuando se jugaba su prestigio y solvencia. Ese momento
preciso fue objeto de acciones decisivas en el 2012, cuyas
consecuencias han llegado en el 2017. En efecto, Luis Valls Taberner
debe de estar revolviéndose en la tumba, como vaticiné al entonces
Director de Presidencia del Banco Popular, con esta quiebra de un banco
fundado en 1926 y que fue uno de los grandes beneficiados que se
repartieron las 23 entidades financieras de D. José María y sus 1.000
sucursales, además de sus lucrativas empresas.
Ruiz-Mateos
ha culminado su justicia con el Banco Popular. Esa es la verdad oculta
en esta ocasión. Poco se imagina nadie-ni profesionales de banca ni
algunos medios de comunicación tan desinformados- cuál es el detonante
de esta quiebra, por otro lado canallesca que ha sido llevada con
alevoso oscurantismo hasta dar el hachazo de la ruina a sus 300.000
pequeños accionistas. Una estafa legal con rúbrica de organismos
oficiales que han provocado un valor cero a la acción. Como dice el
aforismo: “hecha la ley, hecha la trampa”.
Una estrategia financiera que requiriendo confianza encontró la amenaza de un escándalo que podría provocar dar publicidad a las cartas personales de Luis Valls Taberner;
las que implicaban al Banco Popular en aquellos tiempos del expolio de
Rumasa. Lo cierto es que si la corrupción jurídica sentenciaba valor
cero al patrimonio, en esferas internacionales y con la perspectiva de litigio en tribunales fuera de España los derechos de cesión estaban
valorados en más de 8.000 millones de euros en justiprecio y 18.000
millones de euros en retasaciones. Una perspectiva poderosa de
confrontación jurídica que constituía una inconveniencia para cualquier
gran banco que fuera a relacionarse con el Popular en esa ampliación de
capital in extremis.
Además,
paradójicamente, varios de los principales bancos que pretendían
cumplir con la ampliación de capital, estaban en contacto con nosotros
por la realización de una Trading Count multimillonaria, con aval de los
derechos de cesión por valor de 2.000 millones de euros. En
consecuencia, se sabía en los círculos financieros internacionales del
serio trabajo que se estaba realizando precisamente con esos bancos,
incompatibles con el escándalo y la obligada discreción de una operación
de ese calado. Aquello debió de producir un efecto dominó que obligó a
acudir a pequeños accionistas, insuficientes para el ambicioso plan de
regeneración y que ante el fracaso del plan han dejado en la más ruin
estacada.
Qué poco imagina nadie lo sucedido tras las paredes de Alondra, 2, en los últimos años de su vida donde permaneció firme en su despacho en tanto su enfermedad degenerativa se lo permitió.
– ¿Cómo José María Ruiz Mateos trató de dificultar la ampliación de capitales del Banco Popular? ¿Nos lo puede contar?
Nunca
paraba de cavilar sobre posibles soluciones al pago de los inversores.
Tanto es así que frecuentemente me llamaba de madrugada para que fuera a
trabajar la idea con él. “Vente, vente , que te va gustar lo que he
pensado”, exclamaba por el móvil.
Una mañana temprana, nada
más ir a saludarle a su despacho, me dijo que había que buscar una
posición negociadora con el Banco Popular, dado que estaba en una
situación delicada intentando una ampliación de capital. Él
lo vio como una oportunidad de justicia para conseguir que un
beneficiado de la expropiación facilitara una operación que permitiera
pagar a los inversores. El intento de negociación fue infructuoso.
¿Cómo
se sembró lo que ha constituido la caída del Banco Popular, D. Enrique?
Fácil: D. José María se aseguró de que en el 2012 ningún gran banco
acudiera a la ampliación de capital. Bastaron unas misivas enviadas a
cada presidente de los bancos que se interesaban en esa ampliación de
capital anunciada a bombo y platillo por el Banco Popular. Conocedor de
que se trataba del banco de la institución religiosa que le había
traicionado, encontró
la oportunidad de resolver el drama de los inversores a cargo de sus
enemigos declarados; enemigos que siempre denunció públicamente. Era una
vertiente más de trabajo junto a otros emprendidos con ese único fin
que lo mantenía vivo y alerta.
La
ampliación iba a estar liderada por Deutsche Bank, Banco de Santander,
Bofa Merril Lynch, JP Morgan y UBS Investment Bank, que actuarían como
Coordinadores Globales y Joint Book runners. El sindicato de bancos
aseguradores se completaba con Barclays, BNP, Paribas, HSBC, Morgan
Stanley, Société Générale, y Mediobanca que actuarían como Joint
Bookrunners y con BBVA, Crédit Mutuel (joint Lead Managers), KBW y JB
Capital que actuarían como Co-managers. Todos fueron informados con
entrega en mano de la intención de justicia pública que legítimamente
reivindicaba el empresario. Un jarro de agua fría para el optimismo
hasta entonces confiado de las entidades.
Con cada carta se remitió un CD que contenía un libro inédito, datado en 1985, de
preguntas y respuestas donde se exponía en carne viva, con todo tipo de
detalles y documentos, las implicaciones de cada cual en la
expropiación demostradamente delictiva; pues, recordemos, D. José María fue exculpado de toda imputación en 1996 y se dictaron sendos autos del Tribunal Supremo en 1999 que instaban
a la devolución de su patrimonio, a falta de una consolidación de
balances que nunca se produjo, ni hubo intención de calcular.
¿Ampliación de capital de un Banco Popular con problemas que antes se había apropiado, como otros, de
su patrimonio financiero y empresarial? La venganza es un plato que se
come frío, dice un proverbio, D. Enrique; en este caso D. José María
solo vio una ocasión para responder por los tomadores de pagarés de
Nueva Rumasa con el único empeño de abonarles lo adeudado. Una
oportunidad para adoptar una posición negociadora, dado el importante
cariz de la operación que se disponía a abordar el Popular.
– ¿Cómo surgió la oportunidad para reunirse D. José María y Usted con la cúpula directiva del Banco Popular?
Un
día salimos a pasear fuera de Alondra, 2 D. José María, Begoña y
yo-pues temía que alguien hubiese puesto micrófonos por la casa-y se me
comunicó que contactara con la Secretaria de Presidencia del banco para
conseguir ser recibidos por D. Ángel Ron. Llevaba meses realizando un
trabajo de documentación con cientos de cartas personales de D. José
María y documentos que probaban la implicación de Valls Taberner en el
engaño que le llevó traicioneramente a la expropiación; tal y como había
denunciado siempre el empresario.
Aquella
reunión en la sede del Banco Popular la conseguí después de dirigirme a
la adjunta a Secretaria de Presidencia y a la propia Secretaria como
director de comunicaciones y portavoz de D. José María, e informarla del minucioso y extenso trabajo de documentación realizado que comprometía al banco en un momento crucial, como era una ampliación de capital. Accedieron a reunirse si bien anuncié por sorpresa que iría acompañado de D. José María por interés de las dos partes.
– ¿Qué sucedió en aquellas reuniones de D. José María y Usted con la Presidencia del Banco Popular?
Previamente
Begoña y yo tuvimos una toma de contacto donde se nos informó que el
banco ya había perdonado a la familia una cantidad millonaria en euros
por ser quien fue
su padre. Por lo tanto cualquier condición de negociación pasaba por
presentar un proyecto solvente y garantizado de crédito para pagar a los
tomadores de pagarés. Puedo asegurar con rigor que D. José María vivió
los últimos años con el desempeño esforzado de pagar las deudas
adquiridas, involuntariamente desinformado de la realidad con la emisión de pagarés.
Afirmo,
conocedor de que todo el mundo ignora lo sucedido en los últimos años
de su vida, que el Sr. Ruiz-Mateos buscó Justicia y encontró la
oportunidad después de entrevistarnos él, su hija Begoña
y yo en calidad de portavoz y director de comunicaciones con D. Alberto
Muñoz Fernández, director de presidencia del Banco Popular y mano
derecha de D. Ángel Ron. Probablemente aquella reunión significó el
principio del fin del Banco Popular, aunque en apariencia no pasaba de ser un trance en el anecdotario de la Dirección. Unas
conversaciones muy tensas por cuanto el Director de Presidencia admitió
que en un pasado el Banco Popular se lucró de las entidades financieras
del Sr. Ruiz-Mateos, sí, pero
que aquellos tiempos de confusión jurídica e histórica no tuvieron
consecuencias legales. En vista de lo cual y sin considerar el lucro
irregular resultado del engaño que denunció siempre el empresario contra
Valls Taberner, se instaba a presentar un plan de viabilidad con
suficiente solvencia como para garantizar un préstamo dirigido al pago
de los Inversores de Nueva Rumasa.
Después
de hablar el empresario me dirigí al Director de Presidencia y le
inquirí sobre lo que había afirmado de ser conocedor de los entresijos
sobre la expropiación y el lucrativo negocio que supuso el reparto de
las 23 entidades financieras para el Banco Popular y las 1.000
sucursales. Al responderme que sí pero que estábamos tratando una
cuestión ajena que era una operación de crédito para pagar a los
Inversores de Nueva Rumasa, le respondí con severidad que dada la
insensibilidad, la hipocresía y las consecuencias derivadas de esos
asuntos turbios generados con el expolio del Sr. Ruiz-Mateos y siendo yo
estudioso de aquellos acontecimientos clasificando documentos y cartas
personales del empresario, me disponía a hacer pública toda esa
documentación en un libro que desenmascararía, por añadidura, la aparente integridad del banco; y que siendo así de resolutiva y penosa la verdad hasta Valls Taberner se iba a revolver en la tumba.
No
esperándose esa declaración que repuse con indignación, el Director de
Presidencia arguyó que entraba en un terreno pantanoso que podría
interpretarse como un chantaje. Resueltamente golpeé la mesa y repuse:
¿Chantaje o Justicia?
D.
José María que estaba a mi izquierda, de inmediato apaciguó la
situación tomando la palabra. Al salir de la reunión y una vez entrados
los tres en el coche de Begoña para regresar, D. José María exclamó
exultante que yo había estado genial, sensacional, inmejorable en la
reivindicación de sus derechos ante el banco, uno de los siete grandes, que lo expolió tal cual se repartieron los jirones de la túnica de Cristo.
El
Sr. Ruiz-Mateos no necesitaba un portavoz afable y condescendiente,
sino un duro batallador por sus derechos contra la injusticia. Un papel
que asumí pública y privadamente-muchos no me guardarán un recuerdo
agradable-a mi pesar, obligado por las circunstancias o el destino que nos unió, como así me decía él.
La
siguiente reunión acordada fue menos tensa pero les incomodaba a los
directivos que sacara a relucir la doblez moral que se había mostrado.
En consecuencia pidieron a Begoña que yo no acudiera más a las citas.
Así nos planificamos otras D. José María y yo con presidencias en otros
bancos que en el pasado aprovecharon la coyuntura de la expropiación;
incluido un acercamiento a Emilio Botín intentando procurar una posición
que le aviniera a negociar después de cerrar el grifo crediticio del Banco de Santander al Grupo Nueva Rumasa.
Todo
acto tiene consecuencias y en el caso del Banco Popular estas se han
manifestado tras la impronta histórica de una injusticia, cuya siembra
ha generado la tempestad de la quiebra; sobre todo contra los
desavisados y traicionados accionistas que han sido engañados con vileza
tras la aparente cortina de la legalidad. La historia se repite.
(Continuará entrevista)