Otra carta abierta a Anson y si acaso a la conciencia
Ínclito y eximio Anson:
Ah, Luis María, qué jodida es la conciencia, ¿verdad? Toda la vida corriendo raudo para atesorar los premios en lo que parecía una larga carrera de fondo, y con el paso efímero de los tiempos te sobra oxígeno que has acumulado en honores pero te falta pista para seguir destacando. Cuántos debieron caer a tu alrededor a saber si por inconscientes o inevitables zancadillas. Porque la vida es competencia depredadora para quienes escalan las cumbres con el objetivo de permanecer invictos... pero he aquí que la muerte ronda al final de las horas y es jodido el sudor frío que le recorre a uno sin saber qué ha atesorado de riqueza espiritual para irse calmo a esos lados ignotos que parecían, siquiera hace 20 años, tan lejanos.
Viendo cómo te conduces en estas etapas cruciales en que la conciencia regurgita las obras y el pensamiento, no quiero imaginarme en qué consistió tu competitiva existencia sin parecer haberte movido del sitio. Los méritos que se exigen allá no requieren de honras mundanas, tan equivocadas y banales.
En realidad no puedo admirarte sino apenarme por la tortura de tus sentidos humanos que se apagarán sin poder apoyarte en el báculo de la fama para que no te traqueteen demasiado los huesos cuando viajes al eterno espacio del incierto regreso... hacia una existencia en que no serás nadie, solo cadáver. De cuerpo seguro, espero que no de alma y lleves poco lastre contigo, no te vayan a arrastrar las profundas aguas del lago de la muerte donde nadie sabe nadar.
Lamento haberte reconocido por la apariencia para luego mostrarme la verdad de tu condición humana, tan distante al premio de humanidad que te ha distinguido ¿para vivir de las rentas de la insensibilidad? Vanidad de vanidades y todo vanidad. Yo pasaría miedo cada amanecer que se me restara de la vida si no tuviera muy seguro presentar algún óbolo del espíritu para pagarme un pasaje de calma y reconciliación en la balanza de mi existencia. Sin premios, ni grandezas, sin lujos ni aplausos. Si es solo ambición lo que te llevas deberías aterrorizarte pero espero que también cargues con sacos de decencia, la misma de la que has prescindido haciendo caso omiso a la elemental llamada a tu integridad moral.
Pido lo que es mío: respeto y humanidad en el trato, así como el justo pago a mi labor de la que ha parasitado El Imparcial.es durante dos años. El trabajo, no solo el tuyo, se respeta, se paga y no se borra.
Espero por tu bien que no hayas orquestado una canallada así y solo te hayas callado por natural soberbia. Lo segundo sería una circunstancia atenuante, cobarde pero atenuante, más fácil de entender que lo primero. No habría explicación para tanta necedad vomitada contra ti mismo. Tan pulcro hay que ser en la palabra como en el hecho, porque de lo contrario no deja de apestar la intención y no hay discurso que lo oxigene.
En todo caso te deseo la calma de conciencia y pocas noches en blanco, a estas alturas espero que no te sea demasiado tarde.
D. Ignacio Fernández Candela
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