El periodismo en España está sobrevalorado con la
presunción de una ética profesional que es tapadera de
intereses poco afectos al beneficio público. No existe un compromiso ético, todo es una pose engañosa. Si no existe ética solo queda
la especulación que abre la posibilidad a la compra venta sin escrúpulos de la
información, o a la opinión dirigida a reforzar poderes muy concretos al
margen del provecho en el país.
Luis María Anson me ha demostrado, ridículamente, carecer de una ética
elemental en asuntos de trascendencia menor, ¿cuánto más habrá prescindido
de esa ética en asuntos de mayor calado? Sospecho que ha sido la tónica decadente de un hombre que ha crecido en fama cuanto más ha ocultado el modo sobre cómo conseguirla.
Hay poco periodismo honrado en España. Subyace una generalizada tendencia a la hipocresía, a la miserable comunión con el egoísmo, la egolatría, la estupidez y la indiferencia por lo que verdaderamente importa y pasa inadvertido. Un periodismo hecho por imbéciles para imbéciles. De ahí la imbecilidad conjunta que ha convertido España en un espacio ingobernable y de difíciles convivencias.
Ante la evidencia de un código ético poco comprometido con la honestidad personal, es razonablemente sospechoso pensar que haya existido una política de comunicación periodística condicionada por la desmedida ambición profesional, en consonancia con la corrupción encubierta que se ha omitido a cambio de favores y dispendios, tanto por el silenciamiento de las noticias como por la tergiversación de las informaciones.
Ante la evidencia de un código ético poco comprometido con la honestidad personal, es razonablemente sospechoso pensar que haya existido una política de comunicación periodística condicionada por la desmedida ambición profesional, en consonancia con la corrupción encubierta que se ha omitido a cambio de favores y dispendios, tanto por el silenciamiento de las noticias como por la tergiversación de las informaciones.
El intento de golpe de Estado de 1981; la expropiación delictiva de Rumasa en 1983; el asesinato de las niñas de Alcasser; las víctimas de la Talidomida sin Justicia cabal que las indemnice; el 11-M etc. son esos misterios sin resolver o causas olvidadas que, precisamente por lo miserable del silencio o la estafa informativa, han sido las huellas de podredumbre que nos han guiado hacia expectativas muy oscuras.
No existe periodismo imparcial sino sometido al discurso de la demagogia, a la conveniencia del silencio y a los beneficios pecuniarios en función de los intereses de diversos lobbys que engañan, desde diferentes prismas ideológicos, a una sociedad sobre la que influyen con moralinas ya poco creíbles. Como son los discursos de Anson, propenso a disimular la falta de ética con la parafernalia de un intelectualismo pútrido en el ejemplo moral.
Como Anson, Joaquín Vila, El Imparcial.es, no hay poca farsa en el entramado de la prensa, la radio y la televisión que nefastamente exhiben sus inutilidades mientras el país se abisma en las consecuencias de tanta hipocresía sostenida durante décadas.
Así he podido comprobarlo estos años en que he
mantenido una relación directa con los medios de comunicación en
conjunto. He tratado con los periodistas y comunicadores punteros
de España, constatando que una cuestión distinta es lo que se planifica
detrás del público y otra la manipulación a medida que llega a los
lectores o a los espectadores.
El periodismo español-existen honradas excepciones- es complaciente cuando interesa, cobarde y sumiso si se le paga por no traspasar ciertas líneas. Interesado y de insana conciencia. Es como es, porque los periodistas actúan según los criterios de la deshonra que les lucran las cuentas corrientes. Todo falsedad.
Una pantomima de profesionalidad y servicio social
que disimula la verdadera esencia periodística que aquí estriba en la
desvirtuación de la realidad a gusto y capricho de los poderes
establecidos; ya sean políticos, sociales o financieros.
En ausencia de una ética elemental solo queda la
sospecha acrecentada del engaño público hecho a medida de los pagadores
de turno que han costeado carreras profesionales o méritos adquiridos a
cambio de un servicio prestado y vendido al mejor postor. De ahí la
crisis de valores que ha redundado a su vez en una crisis política que deviene de
la indignación de una ciudadanía que ha advertido la mentira de un país
construido a base de amañar informaciones por parte de sus más destacados
representantes periodísticos.
Al día de hoy la prensa, la radio y la
televisión siguen vendiendo sectariamente esa influencia social
contradictoria que nos ha dirigido hacia la única dirección del radicalismo
ratificándose el fracaso del consejo moral con el que los periodistas
han hundido España después de cuarenta años fabulando la realidad: un
estrepitoso fracaso del que personajes como Anson son influyentes
orquestadores sin credibilidad y con la honra perdida en el bagaje de
una falseada democracia que, en su declive, se adentra por un escarpado sendero de discordias bordeando el abismo de una crisis definitiva.
Los ciudadanos pueden agradecer a alargadas sombras como la de Luis María Anson y compañía, tantos males que hoy emergen después de permanecer impunes demasiados años. Orgullosos pueden estar del inmundo legado que dejan después de aprovecharse de un sistema hecho a imagen y semejanza de sus avaricias.
1 comentario:
Pones en boca de todos, verdades como puños, gracias por escribir lo que muchos pensamos.
Seguimos apoyándote, Ignacio, en tan feo, rastrero y sucio caso contra ti por parte de El Imparcial.es
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