Qué enigma es el cerebro cuando dormimos. La mente juega esas malas pasadas que el subconsciente disfraza de misterio, ¿a modo de interpretación inverosímil de una realidad donde reaccionamos con emociones extremas ante las vicisitudes que nos enojan hasta la visceral indignación? Podría ser porque este sueño que tuve es del todo escatológico y de muy mal gusto, ya verán, como la guarrada que Vila y Anson han practicado contra mí con poca decencia personal. Ésa es la cochina verdad.
Siendo la guarrada de El Imparcial.es una de esas realidades asqueantes de esta vida donde cuesta creer que existan tantos parásitos de actuaciones tan repulsivas, no hay nada mejor que la divagación del sueño para intentar entender la naturaleza de unas circunstancias tan insanas y traicioneras que solo gente deshonesta como Joaquín Vila o hipócritas, según sus obras, como Anson pueden protagonizar. Porque protagonistas han sido estos dos-quienes no pagan por el trabajo y abusan suciamente de la gente honrada y trabajadora-de un sueño extraño que, tal cual fue, con perdón vengo a resumir:
En una gran superficie comercial, adornada con bustos de Ortega y Gasset y Gregorio Marañón que lucen pinzas en las narices, entran Anson y Vila percibiéndose el ruido de sus extrañas pisadas que ensordedecen con eco atronador un espacio ausente de público; son seguidos por un ejército de seres amorfos que llevan escritos en las estrechas frentes "El Imparcial.es" y "Fundación Ortega-Marañón".
Anson viste un traje y anda con torpeza debido a un encadenamiento de condecoraciones que le cuelgan del cuello y que va arrastrando pesadamente a sus espaldas, casi estrangulado pero avanzando lentamente. Observo en el pantalón un descosido a la altura de su ano que va defecando sobre el orgullo de los premios, convirtiendo su caminar en un hedor insoportable que aspira la extraña comparsa, con el director a la cabeza, como si se tratara de una ambrosía celestial . El piso está dominado por la diarreica huella pero presto está Joaquín Vila que lame los metálicos reconocimientos tragándose la mierda al paso de esa repugnante comitiva que parece rellenar esa pesadilla extra dimensional con un tufo que llega hasta el último rincón del centro comercial.
Anson viste un traje y anda con torpeza debido a un encadenamiento de condecoraciones que le cuelgan del cuello y que va arrastrando pesadamente a sus espaldas, casi estrangulado pero avanzando lentamente. Observo en el pantalón un descosido a la altura de su ano que va defecando sobre el orgullo de los premios, convirtiendo su caminar en un hedor insoportable que aspira la extraña comparsa, con el director a la cabeza, como si se tratara de una ambrosía celestial . El piso está dominado por la diarreica huella pero presto está Joaquín Vila que lame los metálicos reconocimientos tragándose la mierda al paso de esa repugnante comitiva que parece rellenar esa pesadilla extra dimensional con un tufo que llega hasta el último rincón del centro comercial.
Apenas Vila se ha limpiado las cagarrutas de su boca, presuroso corre a lengüetear el traje de Anson quien camina tortuosamente hacia una tienda de lencería.
Traspasa las puertas el académico con un refulgente brillo de ilusión en los ojos y toma en sus manos una colección de ligueros y ropa interior que se prueba con el caluroso aplauso de Vila, quien no deja de chupar el traje aunque Anson ya se ha deshecho de él. El insigne periodista se prueba las féminas galas y cuando se dispone a abandonar la tienda con la ropa interior puesta, suena la alarma de las columnas que advierten sobre el hurto que puede perpetrar un amigo de lo ajeno.
Como si lo estuviera viendo yo mismo le digo a Anson que puede hacer el ridículo que quiera y disimular, pero que al menos pague por lo que se lleva. Entonces el Premio Príncipe de Asturias pretende pagar con una condecoración gigantesca que se saca de la manga de las Humanidades y se la niega una dependiente arguyendo que eso es de valor falso.
Contrariado porque la vendedora no le deja pagar con diplomas y medallas, al final tira de la oreja de Vila que, llevando tatuado un montón de publicidad en la piel tostada que parece bronceada en el averno, arroja por el culo billetes poniendo muy contento a Luis María Anson. Paga con el dinero engendrado fecalmente por el director y siguen caminando por el centro comercial habiendo desaparecido la comitiva de los seres monstruosos y quedando ellos solos. Anson camina con dificultad sobre unos zancos que pretenden hacerle más alto, pero sigue igual de bajo; continúa defecando sobre las medallas que limpia con la lengua Vila y luce con presunción la ropa femenina; lencería que en su cuerpo queda estrambóticamente reflejada a pesar de que Anson sigue caminando presumido como si Vila siguiera arrebañando el traje con el que entró en la gran superficie.
A continuación, Anson seguido de un inseparable Vila que sigue recogiendo las cagadas del jefe con la boca, saboreándolas sin la menor mueca de asco añadido pues su rictus es el mismo que suele mostrar en la vida real, entra en un sex shop donde le prueba al subordinado un surtido de consoladores, deformándose la cara con muecas imposibles cuanto más se le introduce un elenco de dildos que Anson maneja con gran habilidad hasta empalarlo.
Le va soltando billetes de quinientos euros que Vila coge con la boca sin dejar de relamer la mierda del encadenamiento de premios y condecoraciones que el académico sigue arrastrando sin parar de defecarlos.
En ese momento aparecen Ezcorría y de la Vega moviendo al alimón los bolsos, disfrazadas de arpías que cogen entre sus garras a Anson moralmente travestido y Vila sumisamente prostituido, abriéndose bajo los pies de todos ellos un suelo de donde sale un apestoso olor a azufre y se avistan grandes llamaradas. Ese suelo los traga y se vuelve a cerrar permaneciendo un olor a carne quemada... pero afortunadamente el pestazo de la mierda desaparece.
Un perro muy civilizado se acerca, recoge las condecoraciones y premios que Vila no pudo lamer y limpia pulcramente lo que los humanos habían enguarrado...
Y desperté. Siento haber explicado este surrealismo grotesco y repulsivo que, si lo analizo bien, posee un significado muy ajustado a la realidad. El problema es que ese soñar habrá durado poco en la medida intemporal de mi dormitar, pero despierto sigo advirtiendo un tufo a inmundicia que expelen en la vida real tanta deshonestidad e hipocresía. Lo verdaderamente apestoso es ir de insignes con bajeza de caraduras en asuntos de básica moralidad.
A ver si en próximo sueño se escenifica el pago por mi trabajo excelentemente realizado y que sigue posicionado en primerísimos lugares como lo más leído de El Imparcial.es. Pero que el pago no salga del culo de Vila. Eso sería dinero sucio, como el que se han embolsado con esta guarrada. Lo prefiero de caja, de esa misma caja de la que cobran unos aprovechados que ni en sueños parecen tener un mínimo de decencia.
2 comentarios:
Un sueño extraordinario, Ignacio. Te diré que soñar con mierda, me ha ocurrido muchas veces, implica la llegada de un dinero inesperado. Podría darse que el Academico, guiado por un inusual sentido de la decencia, aflojara el bolsillo y te abonara tus bien ganados estipendios por tus excelentes trabajos. No pierdas la esperanza.
Efectivamente, te adeudan un dinero limpio, honradamente ganado con tu excelente trabajo.
Las conciencias por los hechos ocurridos, por parte de los encargados de esta "guarrada", apestan y no solo en sueños, es una realidad que indigna, a cualquiera de mínimo parecer honrado.
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