Ignacio Fernández Candela.
No me refiero a la encarcelada después de que una denuncia pusiera fin a la andanzas de esta Manada de descerebrados, abusadores con intención reiterada, pringados de vida acelerada que han sucumbido con lo que seguramente haya sido una denuncia inexacta o falseada, como puede colegirse al leer la sentencia que los priva de libertad durante nueve años. Después de una exhaustiva valoración de las pruebas visuales y declaraciones de las partes y cotejarlas en busca de la verdad de lo sucedido en los Sanfermines de 2016, ningún juez pudo advertir violencia aludiendo, por el contrario, a la posible actitud de consentimiento o aprobación más que al sometimiento por temor. En ello redundó el polémico magistrado, Ricardo Javier González, que ha pedido la absolución de los cinco encausados, por apreciar que la supuesta violación en realidad fue un acto participativo y consensuado.
De no percibirse agresión tampoco podía quedar en evidencia un posible delito de falsa denuncia que era lo que se deducía con la exoneración de los investigados. ¿Cómo iba a quedar en evidencia la víctima y además enfrentada a la sospecha de un delito de falsa denuncia si los declaraban inocentes? A propósito de ello surge obligadamente la idea del prevalimiento, acaso como única salida para enjuiciar unos hechos observados con lupa y con una condena previa y esperada del pueblo expectante, espoleado por los medios de comunicación.
El prevalimiento condena un abuso continuado que no una agresión sexual. Probablemente tras esta decisión no solo esté la libre interpretación de lo juzgado, sino también la evidencia de las pruebas cuando los que han visualizado las imágenes sí pueden poseer un conocimiento de causa del que los demás carecemos. Sin saber el contenido de los vídeos, miles de mujeres expresan su indignado inconformismo contra la sentencia y es algo muy coherente, dado el sentido común y vital que conlleva el enjuiciamiento de los que son considerados violadores porque la misma condición de manada ya los retrata sin paliativos. Ellos se lo han buscado y podría ser que estén cosechando lo que hasta entonces había sido un comportamiento execrable e impune, como demuestra la grabación de abuso con una chica drogada en Pozoblanco. ¿Cuánto más hubo en los aquelarres de borrachera y drogadicción de estos degenerados? Indignación pública, toda. Completamente lógico y hasta encomiable esta manifestación que refuerza los derechos de la Mujer frente a estos criminales atropellos.
Cuestión aparte son los demagogos que pretenden sacar tajada con esa condición hipócrita que no pasa ya inadvertida.
Son muchos años en España los transcurridos desde que la bestia de la demagogia no descansa. Un concepto de estafa social y política que por su hipócrita naturaleza y engañosa sutileza no está penada por ley. De ser así hasta el ministro Rafael Catalá, tan dado a contentar la injusticia vulnerando la independencia del poder judicial, como pésimo representante del ejecutivo también sería juzgado. Si piden su dimisión en bloque por denigrar a un juez, es por haberse plegado a la presión y traspasar la línea de la independencia judicial. Cuánto más los que con el continuado uso de ella vierten la mentira en provecho de intereses espurios de la política, con el fin de tiranizar el fervor popular de la indignación. Justificado o no, la demagogia encuentra en la desestabilización el modo más eficaz de conseguir con el tumulto lo que no se consigue por las urnas. Su práctica es sistemática y lo que menos importa es el objeto de la protesta tumultuosa, siendo lo importante el desequilibrio que causa a la credibilidad institucional.
Con el caso de La Manada, una repulsiva pandilla de prepotentes machos que ha encontrado la horma de su zapato en un juicio público paralelo, toda vez que los hechos juzgados no fueron merecedores de condena por una agresión sexual, el proceso demagógico se ha hecho patente en aquellos que rechazaban la prisión permanente revisable en el Congreso y con vileza abandonaban sus escaños durante el homenaje a los padres de la víctimas.
La evidencia es demagógica cuando los medios de comunicación silencian y no se protesta en las calles por las reiteradas denuncias de violación, estás sí con visos de desgarradora veracidad, contra argelinos que en tropa de manada carroñera secuestran y fuerzan durante veinticuatro horas a tres adolescentes entre trece y quince años. La demagogia que sigue el patrón impuesto de la manipulación sobre la inmigración descontrolada, la defensa del derecho de los asesinos frente a las víctimas; el aborto indiscriminado o la persecución sistemática de cuantos no comulgan con la corriente feminazi que busca la condena del hombre con el ocultamiento de un genocidio del varón y la familia, a cuenta de un negocio despiadado sobre la tesis incierta y manipulada de la Violencia de Género.
Por no hablar de la perseguida deshonestidad de una Cristina Cifuentes que tal vez ha encontrado una fosa propia después de cavar la de sus adversarios de partido, como sugería el no menos sospechosos de falta de honra Francisco Granados. Lo que lleva a preguntar quién cavará la de la corrupta Susana Díaz, responsable directa de que más de treinta mil familias en Andalucía hayan sido violadas en sus derechos y arruinadas con el agresor y desalmado Impuesto de Sucesiones.
Demagogia inmunda practicada siempre por una chusma política sin moral, carente de conciencia, ni decencia, manipulación sin entrañas que sigue campando a sus anchas fingiendo la honorabilidad que han extraviado tras sus inveraces discursos de la justicia social.
La sentencia de la Manada cobra una gran importancia en cuanto al acierto o no de la condena, por ese impulso demagógico que ya está perpetrando la radicalidad, sugiriendo un proyecto de ley por el que las mujeres, por su condición femenina, posean un principio de veracidad en la denuncia ante cualquier sospecha, justificada o no, de agresión y abuso.
Seamos realistas. Dado que como en todo género y “génera“, existen mujeres maravillosas y otras que son unas auténticas hijas de Satanás-tal cual sucede con los varones, que de todo hay en la viña del Señor-, no sería conveniente dar ventajas a las manipuladoras sin escrúpulos que pululan por el solar patrio. ¿Una detención y condena previa por solo recibir una denuncia con principio de veracidad para tanta gentuza que anda suelta? Una degeneración más de los manipuladores que cumplirían con la agenda de la Ley de Violencia de Género, el gran podrido negocio de alguna mafia judicial, extrapolado a los acontecimientos cotidianos que multiplicarían por millones las expectativas de beneficio pecuniario y destrucción de cualquier persona a la que quieran despedazar su existencia con una falsa denuncia.
Majaderías que si no fueran por el fondo abyecto que las inspiran serían dignas de diagnosticar en los antiguos manicomios, donde muchos politicastros deberían ser tratados de estulticia y mezquindad. Pero la demagogia es la manifestación de una enfermedad del alma, no hay tratamiento, y contra ella solo cabe el sentido común de la prudencia. Por eso es importante saber la verdad y no ser usados involuntariamente para el abyecto provecho de los que pretenden un mal colectivo para lucrarse y empoderarse con él.
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