GUARRADA

guarrada. (De guarro1). 1. f. Porquería, suciedad, inmundicia. 2. f. Acción sucia e indecente. 3. f. coloq. Mala pasada. Real Academia Española

viernes, 11 de mayo de 2018

La gorrinada de Luis María Anson- Artículo en Rambla Libre



La gorrinada de Luis María Anson

Ignacio Fernández Candela.
Los sueños son raros pero esclarecedores. Ya relaté aquel en que Anson se travestía y Vila era empalado para acabar la extraña ensoñación con un perro que diligentemente recogía las cagadas, con perdón, junto al medallero honorífico del académico.
Ayer soñé que un cerdo bastante glotón, sonrosado como la tez de un Gargantúa estreñido, acompañaba la solemnidad de Luis María allá por donde iba. Nadie lo advertía y se hacía un lío entre las piernas del egregio periodista que ya de por sí tropezaba consigo mismo, a cuenta de una barriga prominente que entorpecía su marcha hacia los atriles de las conferencias moralizantes. Él mismo, sí, el Príncipe de Asturias a pulso merecido-quizá de otros que lo sostuvieron-; mérito supuesto a pesar de sus erráticos comportamientos personales. Y no sé cuántos más trofeos que caben en su soberbio, rechoncho y henchido orgullo, amplio como su cuerpo convenido de colesterol malo. Esos chuletones de todos los días minan la salud que no la cartera de la que ahorra dinero sin pagar el trabajo. Pillín el moralizador nos ha salido. Peor es Vila: un compendio de cara y dureza, acaso del alma. Algunos me dicen que ese lleva la maldad en la mirada. Y el infierno, añado.
El cerdo lo acompañaba sin que nadie lo advirtiera pero disimulaba el excelente, excelentísimo le queda grande en mi sueño y la realidad,-como si no fuera la pocilga con él. En una de estas idas y venidas-creo que reconocí el edificio de la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón por la pestilencia a rancia hipocresía que me costaba soportar en ese momento del sueño-, cuál fue la sorpresa cuando de repente vi  al cerdo subiendo solemnemente a dar la conferencia, en tanto el académico se quedaba rasando el suelo como si hociqueara. Acaso rastreaba no se sabe qué premio al que sumar a los muchos acumulados-vanidad de vanidades y solo vanidad-durante su ostentosa y especulativa, a partes iguales, existencia.
Recuerdo bien antes de despertar que el animal pronunció una conferencia paradigmática y hasta parecía sincero en el discurso. Al poco desperté con la duda de quién había pronunciado ese discurso y quién rastreado el piso sin que ninguno de los presentes en el salón se diera cuenta del cambiazo. Igual, en fin, en el extraño sentido de un sueño así no había diferencia.
Luego leí su artículo en El Imparcial, donde en la poltrona presidencial aparenta ser lo que no es, como Vila, y me pareció oler a cerdada, a hipocresía rancia como la expedida mientras soñaba con la Fundación Ortega-Marañón; la misma que se quedó decenas numerosas de recortes originales de El Sol desde 1918 hasta los años de la Guerra Civil, un tesoro, periódico donde escribía sus columnas Ortega y Gasset. Se apropiaron de lo mío además de no pagarme por un intenso trabajo. Para más inri, Joaquín Vila, el periodista con cara de gangster de tebeo, ejerció  un matonismo acostumbrado -pregunten a Enrique de Diego-, cobardemente, tras la mesa de su despacho al que tiene atornillado el culo por méritos que van más allá de una profesionalidad dudosa, según muchos colegas periodísticos.
El sueño me indicaba algo y al poco leí estas hipocresías tremendas que el Anson pasa por buenas, permisivas, redundantes con su esencia profesional tan bien disimulada ya que la personal chirría o gruñe; al menos cuando yo sueño.
 Más tarde, sin saber si la conciencia me dictaba la segunda parte de un sueño en el que poder dirigirme a Anson, escondido en su despacho desde donde me leía mis centenares de artículos que le he dedicado, era yo quien le hablaba con altavoz de modo que mi voz le sanara una presumible sordera ante la demanda de justicia elemental. Creo recordar que fue así:
Luis María, Anson, majeteque nos conocemos. Se te ve el plumero y si te descuidas con esos andares de ganso hasta se te ve el culete.  Traqueteas como una máquina rota y los pantalones se te remachan cada mañana porque no cabes en tu cuerpo de tonel, de tan ricas viandas que te ventilas sin pagar a quien te las provee. ¿Dónde está lo mío sin abonar-90 artículos posicionados en primeros lugares de internet- y la disculpa por el puerco comportamiento de El Imparcial, tan digno digital, venga ya,  contra mi persona?
 Anda que si te hubieran tratado tan mezquinamente en tu trabajo, no de correveidile sino la tapadera periodística, como tú tratas a quien explotas, … Que se lo pregunten a Luca de Tena que en paz descansa lejos del tufo de la traición que otros en vida todavía, por poco tiempo, expelen. Cualquier día en un paso se te caen los pantalones a los tobillos de tanto que bamboleas tu orondo cuerpo y achicas las arterias; no sé cómo estarás absorbido de mala sangre. Algo ridículo en tan gimnástico adulador que como un contorsionista de circo te adaptas a la audiencia con tu verborreico, perdón, ditirámbico verbo para encandilar al personal. Bien sabes de la treta de la arana para llevarte al huerto al género femenino que dicen las malas lenguas, serán, te entusiasmaba desde tu poltrona de superioridad machista. ¿Por qué fuiste jurado de concursos de belleza? Solo Dios lo sabe.
Siendo tú moroso que no pagas el trabajo bien hecho, mío, ¿te atreves a hablar de equiparación de sueldos entre hombre y mujer, para poner el grito en el cielo con tan injusta afrenta durante el discurso en el Club femenino de las 25? Pelota, o más bien peloto; en todo caso un mentiroso compulsivo que vas de niño bueno, ya ves con ochenta y tantos, cuando has sido tan miserablemente travieso. Hipócrita, ¿si no pagas ni al masculino vas a pagar en femenino? Explotador sin honestidad, ¿dónde está tu conciencia?, que te crees que los demás trabajan por tu cara ajada  o la dura de Vila, el abusador evanescente cuando delira entre aromas de una afición tan consabida y etérea.
Y mira que me acuerdo de lo hipócrita de tu condición de mala baba, de palabra desperdiciada, de saltimbanqui del separatismo nombrando a Pujol español del año, y de tu cinismo recalcitrante, pura bazofia discursiva, encumbrado por no se sabe qué méritos cuajados en el despacho de las especulaciones. Méritos ¿Los habrá verdaderos? Lo dudo con la moral que me has mostrado y la poca dignidad del abuso que estilas. Tú, bien nacido, ¿hablas de igualdad de sueldos cuando eres mal pagador y aprovechado que obvias las injusticias esenciales que cometes para erigirte en juez supremo de la equiparación salarial? Cinismo es poco, lo tuyo es aberración. Joé con el Anson.
Hay que ser lerdo de espíritu, o malintencionado, o una mezcla de lo uno  y de lo otro. Con una dosis de ruindad que tan magníficamente secunda tu don nadie Vila, del que se sabe de sus correrías tan poco decorosas y tan bien camufladas tras la dirección de tu periódico que te atiborra la tripa de banquetazos a base de explotar, miserablemente, a quien te rindió beneficio.
De qué vas Anson si has perdido la credibilidad elemental que es la honra de tu persona más allá del artificio hecho a medida de tu fama de moralista. ¿Dónde te dejaste la honestidad y la conciencia equilibrada, mal pagador de trabajo ajeno que bien te pagan el tuyo para vivir a la sombra de una fama de prohombre que dudo merezcas?
 Déjate de pamplinas y sé honesto. Las cuentas que rindas cuando te vayas no engañan”.
 Y desperté.

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