Ese refinamiento hipócrita que dice y hace lo contrario, se lo debe a una infancia simplona y consentida, seguro. Me importa poco que sea un cursi cuando hace la pelota y adula a cuantos pueden proveerle de algún beneficio. Por mí que le den todas las migas que echan los amos después del banquete. Pero sí me importa que sea honrado y no un aprovechado de mi trabajo con un inexistente código de ética personal y profesional; igualito que el de Joaquín Vila, vilita.
Luisma Anson ya no da la talla humana mostrando esa cara canallesca de la explotación laboral, silenciado ante la flagrante injusticia que le beneficia rastreramente con incomprensible avaricia: tampoco la periodística desde que se le conocieron las estrategias bastante oscuras para prosperar pisoteando a colegas del gremio.
Es obvio que por la mala siembra de sus personalistas tejemanejes su palabra está ya enterrada antes que su cuerpo. El siglo XXI no le ha sentado bien a este listo de verbo florido y méritos adquiridos bajo cuerda en los secretos despachos de la construcción de una democracia con muchos puntos oscuros que él no desconoce.
Estando en esa vejez cómoda de quien vive de las rentas de una explotación similar a la que ha practicado con mi trabajo-en todos los niveles que la moral desorientada procura a quien prescinde un poco de los detalles éticos-, sus artículos no solo carecen de credibilidad por la ausencia de obras honestas que refrenden la palabra, sino también por la trayectoria profesional que no pocos periodistas ponen en cuarentena; premio Príncipe de Asturias incluido, o su academicista ñ minúscula de la RAE de la que ya algunos sospecharon en su momento que era otro pago añadido por no se sabe qué servicios prestados a poderes en la sombra.
Anson está pasado de moda con estilo repetitivo-será que chochean las neuronas-y cursi. Un modo de escribir que no ha variado desde que ya intrigaba en tiempos del franquismo haciendo la pelota a Don Juan o arrimándose al incipiente juancarlismo. Arrimado también a todas las influencias que emanaban de una democracia hecha al antojo de algunos engañadores que durante décadas montaron kioskos personales multimillonarios, saqueando silenciosamente mientras pudo durarles el chanchullo socio político; décadas antes de que las diferentes crisis que debemos a gente como Anson y a cuantos han pergeñado desde las sombras la ruina de los ciudadanos aparentando ser dignos, terminaran aniquilando la prosperidad por la que millones de españoles trabajaron para quedarse al final sin nada.
http://www.libertaddigital.com/opinion/emilio-campmany/el-necrologo-impertinente-54682/
http://guarradaelimparcial.blogspot.com.es/2016/02/luis-maria-anson-y-sus-inflados-meritos.html
http://guarradaelimparcial.blogspot.com.es/2016/02/luis-maria-anson-y-sus-inflados-meritos.html
Mucha gente piensa que Anson es un mediocre con méritos inflados. Hace tiempo que está jubilado aunque su perenne devoción al ego le mantiene a base de que le loen en El Imparcial.es sus muchos logros, adulando al merodeador del enriquecimiento bajo sospecha con unos usos de honestidad que bien puedo decir yo , por mi experiencia personal, son impresentables.
El académico por méritos propios, seguro, puede estar desfasado y parecer un cursi redomado. Su tiempo ha pasado y solo le queda la perspectiva de una tumba pero habría sido mejor que a pesar del transcurso del tiempo que borra la huella de la necedad humana, hubiese atesorado valores intemporales que sobreviven al personaje una vez fenecido, si la honradez ha acompañado una trayectoria personal.
Desgraciadamente, Anson está degradado hasta en esa honra que estilan los caballeros del pasado y los hombres del presente y del futuro; los verdaderos hombres: la de la honestidad que dicta a la conciencia hacer lo correcto aunque nadie lo vea.
El día que Luis María Anson se quede sin su público bobalicón y parasitariamente agradecido-como los canes rabiosos que ha alimentado-se revolverá bajo tierra cubierto de ego y soledad.
Tan desfasado como olvidado. Vanidad de vanidades y solo vanidad.
1 comentario:
Así es, Nacho. Entiendo por cursi aquel al que se le llena la boca de bonitas palabras, muy afectado, y luego es un hipócrita sin ética. Si eso es ser cursi, Anson lo es.
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