GUARRADA

guarrada. (De guarro1). 1. f. Porquería, suciedad, inmundicia. 2. f. Acción sucia e indecente. 3. f. coloq. Mala pasada. Real Academia Española

jueves, 7 de junio de 2018

Pedro Sánchez y el Gobierno Frankenstein cobran vida- Artículo en las nueve musas

Pedro Sánchez y el Gobierno Frankenstein cobran vida

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 La vida llega al Gobierno Frankenstein del que fue muerto viviente Pedro Sánchez, quien inició la presidencia cortocircuitado por una monstruosa moción de censura junto a la radicalidad.

Ahora con mucha prudencia el nuevo Gobierno tildado de ilegítimo al no haber sido refrendado en las urnas, está siendo nombrado por Pedro Sánchez con las miras puestas en las próximas elecciones, cuando agote el resto de esta legislatura que inició Mariano Rajoy.

psoe  Se nota que se está dejando aconsejar. No ha tomado posesión de la presidencia para dejarla al primer contratiempo ni con la previsible suma de ellos; pretende asentar las bases de confianza política que le procuren el beneplácito del pueblo en las próximas convocatorias ante las urnas. Es por ello que no puede mostrar las verdaderas cartas con que ha jugado para ganarse el apoyo en la moción de censura. Antes está un escollo llamado España, la integral, que observa con recelo las quiméricas alusiones a la plurinacionalidad que sin recato ha reivindicado en el imposible y poco plausible intento de contentar a todos.
 Este Gobierno está seleccionado en función de la desconfianza previa que ha suscitado al ganarse la presidencia de modo tan poco edificante y nada democrático. Atar los cabos sueltos de la credibilidad perdida ha sido la premisa constructiva y neutra ideológicamente, con la que dar viabilidad a un proyecto de perfil bajo y lo menos arriesgado posible. Así tranquilizar a cuantos observaban con recelo los primeros pasos del sospechoso Pedro Sánchez.


 Diez mujeres y siete hombres buscan en la innovación del equipo de Gobierno, el olvido de estos orígenes ralos que regresan al poder a un PSOE al que nadie ha votado. Ministerios para calmar los ánimos y no provocar demasiada desconfianza.
 Los ministerios susceptibles de polémica se han resuelto con cautela. Así se tranquiliza a la Unión Europea con la ministra de Economía Nadia Calviño, puntal en la regulación del sector financiero tras la crisis del 2007 y directora general de la elaboración de los presupuestos europeos. Un tiralíneas perfecto que garantiza la lealtad de España a las directrices europeas; se contenta a la numerosa corriente ecologista con Teresa Ribera como ministra de área de Medio ambiente, siendo antes la directora de la Oficina Española de Cambio Climático; el astronauta Pedro Duque es llamado a ser Ministro de Ciencias, Innovación y Universidades, una cartera sorpresiva acorde con los innegables méritos de un Príncipe de Asturias, sorpresivo fichaje que transmite buenas vibraciones. Son carteras previsiblemente competentes y que ayudarán a borrar la mala imagen con que se inicia presidencialmente Pedro Sánchez. Aunque nadie puede confiarse con los antecedentes que lleva.
 Por ello es importante jugar al despiste con el nombramiento de Josep Borrell como Ministro de Exteriores, convencido crítico con el independentismo que ha declarado su convicción de que lo perpetrado en Cataluña fue un golpe de Estado. Borrell es una declaración de intenciones para mantener a raya las ambiciones catalanistas, consciente Sánchez de la aprensión que suscitó a la mayor parte de los ciudadanos de España los guiños previos a las tesis independentistas. Lo que se le supone traición por aliarse con separatistas y extremistas, forma parte de la cautela para aparentar una repentina imagen de moderación.
 Meritxell Bastet será la ministra de Administración Territorial encargada de analizar con el presidente de la Generalidad, Quim Torras, las condiciones para una renuncia unilateral de independencia  y el regreso a la legalidad. Una actividad ministerial que será dada por buena a poco que se acometa con ciertas garantías después de la inaudita pasividad del Gobierno de Rajoy.
 Si bien algunos nombramientos han descolocado a los detractores que esperaban de él una estrategia radical, habida cuenta de con quién se alió para ganar la moción de censura, otros fichajes pueden suponer prontas problemáticas y generar la polémica que precisamente intenta evitar el ilegítimo presidente.
 Su planificación económica es motivo de desconfianza con una subida de impuestos que además vendría de la mano de una ministra de Hacienda denunciada por prevaricación continuada en la Junta de Andalucía. Mal empieza si para contentar al sector de Susana Díaz integra en el equipo a una María Jesús Montero que previsiblemente podría sentarse en el banquillo de acusados por  la corrupción andaluza. Jesús CandelSpiriman, el héoe resistente contra la corrupción de la Sanidad en el Sur, responsabiliza de los males a quien va a manejar las cuentas del país con una sombra de sospecha que, conociendo su tenacidad, el médico se encargará de extender en territorio nacional.
 Pedro Sánchez acomete la difícil proyección de un Gobierno que pretende contentar a su partido y no alarmar al resto de las fuerzas políticas que no comulgan con las directrices socialistas, sin ser separatistas o radicales. Busca una presidencia moderada con la ausencia de ministros podemitas que puedan espantar a sus propios electores; acaso hizo amago de dar una cartera a Errejón, fuera del núcleo Pablo Iglesias, a modo de guiño condescendiente con la izquierda bolivariana, pero surgieron las protestas por lo que se ha entendido un intento de acentuar la escisión en Podemos. O van en grupo o no se consienten deferencias que no pasen por el control del marqués de Galapagar.
 Lo cierto es que es un Gobierno donde nueve mujeres ocupan los ministerios siendo la mayoría profesionales de prestigio con una trayectoria intachable, salvo la citada Montero, garbanzo negro que podría dar problemas a Sánchez y la mema durante la presidencia de Rodríguez Zapatero aseguraba que el dinero público no es de nadie, Carmen Calvo; la vicepresidenta y ministra de Igualdad repite quizá para enfangar aún más su reputación. Ábalos, ministro de Fomento, ya ha demostrado el espíritu de la contradicción, o mejor el de la hipocresía, acompañando a Pedro Sánchez en la ascensión culminada con la sucia moción de censura que ahora se pretende higienizar.
 El resto de las ministras tienen un cheque en blanco, pero limitado en tiempo,  para gestionar las carteras ministeriales con un enfoque distinto siendo el anterior tan criticado: Dolores Delgado como ministra Justicia; Magdalena Valerio, ministra de Trabajo y Asuntos Sociales que está por tumbar la reforma laboral del Partido Popular, generadora de empleo; Isabel Celáa como ministra de Educación; Carmen Montó con la controvertida cartera de Sanidad.
 Luis Planas como ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, fuera de la órbita de corrupción susanista es buen conocedor del sector agrícola nacional y europeo. La ministra de Industria Comercio y Turismo procede la Asamblea de Madrid. Y los últimos fichajes estrella, junto al sorpresivo Pedro Duque y Borrell, son el periodista y escritor Maxim Huertacomo ministro de Cultura y Deporte y el juez, excepcional e intachable,  Fernando Grande-Marlaska como eficaz ministro de Interior según su excelencia curricular.
 Por último la sombra de la nueva ministra de Defensa, Margarita Robles, se cierne sobre una presunta trama muy sucia de robo de bebé que denuncia una madre con pruebas documentales.
 Es un Gobierno de transición, hecho para calmar los ánimos. Parece que ha preponderado la búsqueda de una fiabilidad personal en los candidatos, para minorar los errores y excesos cometidos hasta llegar al Gobierno y así brindar a priori una confiabilidad aceptable y tranquilizadora.
 Pedro Sánchez debería vigilar los gastos propios con la medida impopular que su primera dama ha tomado con un gasto de 500.000 euros para reformar La Moncloa, o ser prudente al anunciarse como presidente con un currículum falseado donde aparece un master inexistente. Cuestiones de confianza  perdida en los inicios del mandato ilegítimo deberían obligarlo a ser tan prudente como consciente de que millones de ciudadanos no lo consideran presidente de España sino un usurpador temporal por las deficiencias de un sistema que le permiten habitar el Palacio de la Moncloa sin habérselo ganado. Todo lo que salga bueno de su Gobierno, se considerará una proeza porque lo malo le acercará aceleradamente a l final de su corto mandato en cuanto se abran los colegios electorales.
 ¿Y dónde queda el compromiso adquirido con decenas de partidos independentistas y radicales  que esperan ser satisfechos, después de apoyar una rastrera moción de censura? Misterio
 El experimento Frankenstein ha comenzado.
Ignacio Fernández Candela

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