GUARRADA

guarrada. (De guarro1). 1. f. Porquería, suciedad, inmundicia. 2. f. Acción sucia e indecente. 3. f. coloq. Mala pasada. Real Academia Española

jueves, 10 de diciembre de 2015

Carmen de la Vega y las amables hipocresías



Partiendo de la base de que la hipocresía no es amable, solo es una apariencia de la falsedad, Carmen de la Vega, responsable de colaboraciones, sobrina del editor de El Imparcial, José Varela, presidente de la Fundación Ortega-Marañón, era la cómoda de aspecto pijo que iba de legal ocultando otras facetas inherentes al cinismo radical. Tratar con ella fue encontrar toda la amabilidad proporcional al engaño que escondía tras sus melindrosas salutaciones por correo.

En la Antigua Alemania nazi, los campos de concentración donde gaseaban con Ciclón B a las víctimas contaban con asistentes de la muerte que se comportaban de distintas maneras. Estaban los criminales que no disimulaban su crueldad y existían otros que con una sonrisa invitaban a los que iban a ser ejecutados a darse una ducha para asearse y quedar muy limpitos. Criminales todos. Esa sonrisa hipócrita de los ejecutores era suficientemente tranquilizadora para que los futuros muertos no advirtieran la intención asesina de los verdugos hasta el momento en que se procediera al exterminio.

Carmen de la Vega no es una nazi, por supuesto, era solo un ejemplo.Sin embargo, creo que esgrime con una sonrisa las  artes del engaño siendo el frío brazo ejecutor de las manipulaciones practicadas contra mi trabajo en El Imparcial.

Tampoco es estúpida sino bastante lista. La guarrada se veía venir y mucho tiempo antes de que Joaquin Vila luciera su gran cinismo  arguyendo que se prescindía de mi trabajo por su "escasísima" calidad y por no leerse (ruines mentiras que refuto con pruebas en este blog); ya había mandado yo correos a Carmen de la Vega quien  dejaba entrever, detrás de la mascarada de la amabilidad,  la falsedad con que se había conducido con repulsivo disimulo meses atrás.

Sus correos siempre los iniciaba con un "querido Nacho" y los despedía con un abrazo. Formas de aparente amabilidad que camuflaban otros fondos personales de honestidad incierta.

Grave error pensar que trataba con gente trasparente. No he visto dignidad en lo elemental y sí un oportunismo barriobajero estilado con esa fingida elegancia de los falsos con ínfulas de intelectualidad y boato gentil. No podía  imaginar que trataba con aprovechados de, al parecer,  mermadas conciencias. La hipócrita condición de quienes viven muy bien aprovechándose del esfuerzo de los demás.

Esto escribí a Carmen de la Vega tiempo antes del zarpazo de alimaña que se lanzó preparando sin vergüenza alguna mi expulsión de El Imparcial.es.

Ignacio Fernández Candela 

Apreciada Carmen:

Como me tengo por persona que obra con rectitud es legítimo que demande lo mismo de mis semejantes y es por ello que con claridad en las ideas como en la actitud personal me dirijo a ti por escrito-como me pides- para exponerte cuestiones muy elementales que tienen que ver con mi aportación al periódico El Imparcial que, sin cobrar un euro después de casi cien columnas, ahora se reestructura para ¿pedirme una colaboración cada quince días?. No es justo y cualquier persona instruida con moral y conciencia equilibrada lo vería así, a no ser que sea algo temporal y alguien esté pensando en mis legítimos intereses.

De lo contrario, no me parecería de recibo que asalariados, puntualmente pagados, decidieran sobre la reducción de aportaciones de un trabajo nunca remunerado, después de haber cumplido puntualmente con la entrega de las columnas cada semana, contribuyendo a la buena marcha del periódico. Porque a la gente no se la usa si existe una presunción de la ética cuando se trata con personas honradas que saben dónde están los límites de la decencia en las relaciones humanas.

Después de casi cien artículos, por cierto con muchos lectores y aceptación pública, como demuestra el posicionamiento en los buscadores de muchas columnas y los comentarios de aceptación-una vez entendido el nuevo método de voto-; después de tragar con errores técnicos que borraron las valoraciones sobre mis artículos en redes sociales como Facebook; después de , no se sabe por qué animadversión patente, percibir un sutil desprecio posicionándome el último-cuestión que no es baladí por la propia manera de valorar en posiciones que tiene El Imparcial-las últimas semanas; después de-esto es verdaderamente vergonzante desde cualquier prisma de la educación elemental- cambiar el modo de valoración de las columnas, sin previo aviso y con absoluto menosprecio al trabajo ajeno, borrando miles de Me gusta de Facebook por segunda vez pero no incidentalmente; después de un trabajo por el que se paga pero que se ha realizado sin exigencia pecuniaria aun estando plagada de publicidad cada artículo; después de tanto dado se comunica por correo de forma lacónica que por ajustes del director mande una columna cada 15 días. Añadiendo que puede haber otros ajustes que espero no serían consistentes en que los cómodos asalariados decidieran  dejara de mandar columnas quien no ha cobrado en casi dos años nada por ellas.

No me parece limpio que te mande una columna sobre el tema de la Hispanidad, coincidiendo el lunes que me toca publicar, para decirme que por reestructuración-sin previo aviso para poder ahorrarme el trabajo-, tocándome publicar cada 15 días,  no se editará. Pero más sucio es decirme a la semana siguiente que te envíe otro artículo porque el de la Hispanidad no servía al quedar ya caduco. ¿Qué respeto hay por mi trabajo si además esa columna que no se publicó fue la única que trataba la festividad del 12 de Octubre, cuando ningún columnista lo hizo? ¿Qué es ese desprecio permanente ya hacia mis artículos que siguen posicionados en primeros lugares de Google? ¿Qué se está tramando de manera tan irregular? 

carmen de la vega <carmendelavega@elimparcial.es>


Personalmente y asistido por la rectitud de conciencia que me caracteriza, yo sería incapaz de disfrutar un solo euro de mi paga si esta consistiese en la intención de aprovecharme del esfuerzo de mis semejantes y decidir, cual disposición totalitaria, prescindir de un trabajo del que se han lucrado otros menos el autor de él. Sería incapaz de devorar una rica vianda en un restaurante sabiendo que lo que pago se lo he restado a otro para luego ignorarle como si fuera un peón en un tablero del oportunismo que consideraría capaz de deleznables jugadas o jugarretas.

Espero que la apariencia sea un engañoso espejismo y vea que otros columnistas pasan por un proceso parecido al mío y después de el reajuste se piense en cómo equilibrar la balanza del esfuerzo realizado hasta ahora. De otro modo no me explicaría semejante involución injustificada en mi relación con El Imparcial.  Si esto fuera así, como lo describo quizá equívocamente, si el  proceso evolutivo y coherente de la inteligencia hubiera progresado así ,estaríamos en los albores de la edad de piedra. No solo en lo formal sino también en el fondo moral. No me parecería siquiera legítimo condicionar el esfuerzo y el trabajo ajenos a políticas de reestructuración que no contemplaran el básico hecho de que a la gente no se la puede utilizar de esta manera tan extraña como abusiva y así sea contemplado para no dar lugar a equívocos.

La cultura ha de ser inherente al buen criterio de la honradez y la honestidad y eso espero de los que dirigen, espero que agradecidos, el destino profesional de El Imparcial. es. Este correo que recibes puedes hacerlo extensivo a los responsables de las decisiones con quienes me gustaría tener el gusto de participar lo que creo que es justo y equilibrado criterio.

Queda expuesto por escrito pues lo que supone haber trabajado con calidad personal y profesional para un reajuste inopinado que puede parecer una manera poco respetuosa de relegar mi ingente  labor que , por cierto, y repito, no se me escapa que ha sido menospreciada con sutiles pero significativos gestos surgidos de no se sabe qué animadversión hacia mi persona ni por parte de quién, aunque lo intuya.

Te mando la columna no ya del lunes, sino para el día que se haya decidido con el nuevo ajuste que supongo se aplicará a Agapito Maestre o Rafael Narbona, verbigracia. No cambiaría mi trabajo por el de ellos. Sé lo que valgo, con la humildad inherente al esfuerzo que cuesta desarrollar mi labor.

Un abrazo. Nacho.

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