En España esta lacra la sufren miles de personas a diario con tensa resignacion. Las víctimas soportan lo que otros, por carencia de valores humanos, ejercen muy guarramente sin inmutarse.
Como ya dije, el mobbing contra un asalariado es una canallada, pero sobre alguien que ni ha cobrado por su trabajo desarrollado durante dos años y que es echado sin justificación ni veracidad en el pretexto, es una guarrada inmoral que habla mucho y muy mal de quienes la cometen. Que se atropelle así en El Imparcial.es, que pretende ser ejemplo de valores culturales y morales en España y el mundo, es de una hipocresía ofensiva e insultante contra la sociedad a la que pretende aleccionar. Si la intelectualidad da tan poco de su decencia ¿qué esperar de tan indigno dechado cultural con aparente, solo aparente, honra?
Este fin de semana he escuchado a amigos indignados que la gente mata por menos de lo que me han hecho en El Imparcial.es. Desgraciadamente, estoy de acuerdo. La indefensión ante semejante guarrada da lugar a la ira y no es buena consejera porque dirige a situaciones extremas que pueden conllevar trágicas consecuencias. Otros por menos, es verdad, acaban muertos porque no se pueden hacer estas cabronadas y salir ilesos. El arte de no matar ha de imponerse como mayor consejo de la conciencia frente a las ganas de hacerlo. No se puede jugar con la vida de las personas para destruirlas llevándolas al límite de los aguantes. No se pueden hacer esas cerdadas y seguir como si no pasara nada. Quien se atreve a semejante barbarie se expone a que lo masacren.
Se ha dicho mucho sobre el arte de la guerra, del amor y de matar; venden las artes que interesan y condicionan nuestras vidas. Hay oferta a la que se adhiere mucha demanda por necesidad o por puro morbo. Estamos todos cortados por el mismo patrón de pautas sociales en ocasiones hipócritas pero aceptadas. Tenemos elección porque hay variedad. Otros son esos momentos en que la existencia se estrecha hasta conducir a un embudo asfixiante. El mobbing es un asesino silencioso del siglo XXI y está de moda, pero no se elige.
Nada se ha dicho sobre el arte de no matar, quizá porque pasa inadvertido si no se experimenta por uno mismo y porque la santa paciencia no vende lo mismo que el impulso homicida que tantos beneficios y audiencia rinden a los medios de comunicación.
El arte de no matar, quizá no literalmente, llevo cultivándolo muchos años de mi vida por haber sufrido en exceso el mobbing que ha pretendido destrozarme en bastantes ocasiones. Y uno se harta, claro, de tanto inmundo. Pues el acoso contra la persona y el trabajo es una actitud canallesca que los tramposos practican con pocos escrúpulos y en demasiadas ocasiones sin castigo. A causa del mobbing, los suicidios exceden a los homicidios que son una respuesta violenta inmediata, por hartazgo de la víctima ante sus verdugos que la aniquilan lentamente hasta abocarla a la pérdida de la autoestima total.
Una amiga mía, catedrática de Criminología, dice que realidad del mobbing es todo menos lo aparente. "Cuando nos horrorizamos ante un asesinato masivo tendemos a culpabilizar al que mata porque solo vemos con la sangre derramada la punta visible del iceberg que es un mobbing. Sumergido queda el acoso, la miserable persecución de la humillación permanente, los gestos despreciativos, el aniquilar la seguridad personal con el desgaste constante hasta conseguir el resultado de la destrucción de quien es perseguido hasta la anulación de su personalidad con menosprecio hacia su trabajo.
Algunos son víctimas que toman la justicia por su mano y arrancan las vidas de los que han sometido el día a día a un suplicio cobarde y criminal. Desde el punto de vista legal aún queda mucho por hacer al respecto para evitar estos asesinatos violentos castigando con dureza a los violentos que asesinan lentamente hasta desangrar el alma de quienes, la gran mayoría, acaban quitándose la vida"
Estoy de acuerdo, como objetivo reiterado del asqueroso mobbing, en que hay situaciones por las que se mata inevitablemente. En algunos crímenes son asesinados los que pasan por ser honestos ciudadanos de bien, como resultante de una sutil y despreciable tortura que han practicado sin freno. Los finados se encuentran de bruces con el hartazgo de quien ha sido diana en tan sucios y rastreros tejemanejes de gentuza sin moral alguna.
No nos dejemos engañar por la apariencia, como dice mi amiga.: en ocasiones, de todos los que yacen muertos después de una sangrienta refriega, el más inocente es el que lleva a cabo la matanza después de soportar un insufrible infierno en absoluta indefensión. Porque esas gentuzas llegan donde están a base de pisar a los demás, no es extraño que un día encuentren a alguien que decide aplastarles definitivamente. El acoso de los miserables solo cesa cuando se topan con la horma de su zapato.
El mobbing, para algunas víctimas, debería conllevar la condena a muerte por sumarísimo imperativo legal contra cuantos torturadores masacran gente honrada hasta llevarla al límite psicológico de lo sufrible.Y pasa lo que pasa,; ante la indefensión en que quedan, algunos deciden ser jueces y ejecutores.
Pienso que no hay que dejarse llevar por el comprensible odio y es mejor templarse para evitar ahondarse en un abismo donde quien pierde es el que menos culpa tiene.
El arte de no matar consiste en aguantar a los malnacidos que no dudan en practicar una infernal tortura de acoso y desprecio con una indignidad e inmoralidad rayanas en lo criminal. De hecho, son criminales que aprovechan la contínua habilidad en el engaño hasta convertirla en un modus operandi propio de la psicopatía, siendo trozos de carne sin consistencia de dignidad humana, maleables sin límite por la ambición de sus asquerosas vanidades. Son mediocres y trepas sin conciencia.
El arte de no matar a quien lo merece solo se consigue con capacidad para aguantar los embates de gentuzas que, tarde o temprano, vuelven a aparecer en diversas etapas. Debemos comprender que estos parásitos nocivos reaparecen porque la calidad ajena les atrae como a una piara de cerdos las bellotas. Hacen todo lo suciamente posible por conseguirse todas y no dudarán en morder si creen que alguna no podrán alcanzarla. Así que es normal que a sus actos se les llamen guarradas y procuren hundir a cuantos amenazan sus inmerecidos méritos conseguidos con el trampeamiento perpetuo de vulgares aptitudes.
Pensar que son miserables sin honra ayuda a entender que hay que convivir con las alimañas. No revolverse a muerte contra ellas es toda una epopeya de conciencia que seguramente tendrá su premio proporcional a lo soportado: allí donde estos mierdas no llegaran cuando tengan que rendir cuentas de sus repulsivos actos. Que sigan hocicando pero que tengan cuidado porque por algo dicen que a todo cerdo le llega su San Martín.
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